Estos últimos días he tenido una serie de interesantes conversaciones con varios compañeros que se me han acercado para charlar sobre algunos de las cuestiones recogidas en mi último libro. Ha surgido —como resulta inevitable en el momento presente— el tema de las últimas oposiciones realizadas en varias comunidades autónomas y hemos comentado el perfil del profesorado que al parecer actualmente busca la administración pública para sus conservatorios, visto el contenido de las distintas convocatorias y el tipo de méritos valorados, y si ese perfil resulta el más adecuado para hacer frente a las necesidades reales que se presentan en el aula. También hemos discutido si desde los centros se hace un esfuerzo por estimular ese perfil. A estos temas les dedicaremos este artículo y varios más.
Para tener una idea clara del tipo de profesional ideal para el puesto el primer paso debe ser analizar las particularidades del trabajo real de profesor de instrumento y cuáles son las aptitudes que debe poseer y desarrollar cualquier persona dedicada a la enseñanza a fin de poder atender los requerimientos que se va a ir encontrando día a día.
Aunque todo el bagaje de experiencia y formación en distintas áreas son siempre interesantes, las principales características que debe poseer el profesor de instrumento son dos, en las que encuentran su aplicación práctica el resto de los conocimientos históricos, técnicos, analíticos, pedagógicos y de cualquier otra índole:
- Un adecuado dominio de su instrumento.
- Una buena capacidad de transmisión de los propios conocimientos y habilidades.
También se podría resumir en una frase:
Lo que el alumnado y sus familias demandan de su profesor de instrumento son dos cosas: que sepa tocar y que sepa enseñar a tocar.
Obviamente, el hecho de saber tocar no se limita a la reproducción de una serie de movimientos mecánicos, sino a la utilización de esos recursos para dar forma a una idea musical. Es de esta manera como se ve reflejada en la interpretación la experiencia y formación del intérprete, tal y como hemos mencionado más arriba. Enseñara a tocar, por su parte, representa la manera en que el profesor muestra esa utilización del instrumento con una intención artística.
En relación con el primer punto, en el que hoy nos detendremos con mayor detalle, es necesario resaltar la conveniencia de que las personas dedicadas a la enseñanza de su instrumento tengan la oportunidad de desarrollar en paralelo una labor interpretativa, en la medida de las oportunidades que se les ofrezcan, dada la repercusión positiva que tiene en su trabajo docente con alumnos de distintos niveles. Esta práctica interpretativa del profesor, sea del tipo que sea —profesional, en una agrupación o, en el mejor de los casos, organizada por su mismo conservatorio o escuela de música—, constituye una parte fundamental de su labor docente que debe ser animada y fomentada por los centros, cuando no organizada directamente por ellos. Mediante esta práctica el profesor consigue mantenerse en activo y seguir adquiriendo experiencias que puede transmitir de primera mano a su alumnado.
Tengamos en cuenta que si algo tiene de especial la enseñanza de un instrumento, que la distingue de muchos otros tipos de aprendizaje, es que se refiere a una actividad eminentemente práctica que necesita mantenerse actualizada. Si, una vez obtenida su plaza, el profesor va perdiendo con el paso de los años el contacto con la práctica interpretativa de su instrumento su sistema de enseñanza necesariamente se resentirá.
Para mantener un buen nivel instrumental no es imprescindible que las actuaciones sean del máximo nivel ni en grandes auditorios, basta con que sean regulares en el tiempo y que el profesor —en este caso en su función de intérprete con su instrumento— las tome con la debida seriedad. Quizá la agrupación con la que tiene la ocasión de actuar no sea de gran categoría, pero lo más importante es darse cuenta de que en todo caso es el propio intérprete/profesor el que está mostrando su saber hacer, y el que se arriesga a quedar en evidencia. Por eso es importante que en cualquier circunstancia procure tocar de la mejor manera que sea capaz.
Cuando se toca en una orquesta profesional es evidente que la exigencia instrumental es máxima, y en este entorno la persona que se dedica principalmente a la enseñanza necesita hacer un esfuerzo de adaptación y cumplir con su función de intérprete, porque es precisamente esa función la que tiene que desempeñar en ese momento. Pero, por otro lado, en una colaboración con una orquesta de aficionados o con sus propios alumnos ese mismo profesor debe hacer un esfuerzo similar para poder ofrecer una interpretación del mejor nivel, porque en este caso será él mismo la referencia para el resto de los miembros del grupo. Esta autoexigencia bien gestionada ofrece al profesor un factor de motivación con su instrumento que, además, redunda en una mejora de su autoestima.
Si nos trasladamos al ámbito principal de atención en este blog —la enseñanza de los instrumentos— nos daremos cuenta de que el trabajo de profesor precisa por parte del instrumentista/profesor de una actitud y capacidad de adaptación al desempeño del puesto similar a la anterior, pero aplicada a este otro campo de la actividad musical. Cuando estamos en clase lo que nuestros alumnos esperan es que les enseñemos o, mejor dicho, les mostremos cómo aprender. Para conseguirlo es imprescindible que sepamos qué enseñar —de ahí la importancia de mantenerse activos instrumentalmente —, pero sobre todo cómo podemos hacerlo.
Del mismo modo que al director de la hipotética orquesta de los párrafos anteriores no tiene porque importarle lo buenos profesores que somos y solo le interesa que cumplamos con nuestro papel en la orquesta, para nuestros alumnos y sus padres no es prioritario el buen concierto que ofrecimos ayer, sino la clase que les estamos dando hoy y las pautas que les estamos ofreciendo para que puedan progresar por sí mismos con el instrumento.
En esto consiste el carácter dual del trabajo del profesor de instrumento.
Lo que hemos mencionado hasta aquí resulta evidente para cualquiera que esté familiarizado con el tema. Pero cuando observamos la realidad del funcionamiento actual de los conservatorios surgen varias preguntas:
- ¿Esta dualidad intérprete/profesor es reconocida y fomentada por los centros?
- ¿Es esto lo que realmente se valora en los procesos de selección del profesorado?
- ¿Están las oposiciones pensadas para elegir a la persona que, siendo un buen intérprete, también sea la mejor para transmitir esos conocimientos a sus alumnos?
- ¿Se valoran otros aspectos y, de ser así, son estos realmente interesantes y con relación directa con la docencia?
- ¿Priman en las convocatorias otros factores además de la capacidad práctica real de los candidatos para el buen desempeño del puesto?
Estas preguntas serán el objeto de los artículos de las próximas semanas.
JMR