Hoy trataremos un tema que en muchas ocasiones resulta controvertido en las reuniones de departamento y en los claustros de los conservatorios: las programaciones didácticas y su utilidad real en el trabajo diario en el aula. Nos referiremos en concreto y únicamente a las programaciones de las especialidades instrumentales, porque existen unas evidentes diferencias entre éstas y las asignaturas grupales, teóricas, generales, no instrumentales, o como a cada uno le parezca más adecuado denominar.
A mi juicio el problema reside en que no se suelen tener en cuenta las características que distinguen a los distintos tipos de materias, y cuáles son sus necesidades y su funcionamiento óptimo reales, y se las intenta hacer encajar a todas dentro un mismo esquema. A todo esto debemos añadir el agravante de que este esquema está en su origen pensado para la enseñanza general y no para la musical, que es muy específica y con unas particularidades muy evidentes.
¿Qué es una programación?
Simplificando al máximo, una programación es un listado de aquello que se pretende que el alumno aprenda en un determinado período de tiempo —generalmente un curso— a fin de que adquiera unos determinados conocimientos, habilidades o competencias que pueda utilizar en su futuro como instrumentista. Es una planificación de qué, cuándo y cómo se quiere enseñar.
Hace muchos años las programaciones de los conservatorios no eran más que una lista de obras y estudios, sin mayor explicación, que había que tocar si se deseaba pasar de curso. Con el tiempo y las distintas reformas educativas se fueron introduciendo conceptos tales como objetivos, contenidos, secuenciación, criterios y procedimientos de evaluación y de calificación, competencias, etc., y descripciones más o menos profundas de cada uno. Todos ellos ayudan a completar y a dar concreción al documento y permiten valorar de una forma más objetiva en qué medida se van consiguiendo los objetivos propuestos, pero en ocasiones se pretende llegar a tal nivel de concreción que se acaba convirtiendo al documento en algo poco realista y lo que es peor, poco útil.
Plantearse cómo organizar del trabajo docente y recogerlo por escrito es un trabajo necesario. Sentarse a redactar una buena programación resulta de gran ayuda para cualquier profesor novel —no importa su edad— que necesita ordenar sus ideas pedagógicas y plantearse una estrategia de enseñanza organizada y eficaz. También lo es para los más veteranos que cada cierto tiempo deseen pararse a reflexionar según aquello que su experiencia en la docencia les ha ido enseñando. Pero en cualquier caso no debe olvidarse que es un documento de ayuda para el profesor, y no el fin último de su trabajo.
¿Qué tiene de particular aprender a tocar un instrumento?
Una vez hayamos ordenado nuestras ideas e ideado una buena planificación llega el momento de llevarla a la práctica en el día a día de la clase. En este momento es fundamental no olvidar qué es lo que diferencia el aprendizaje de un instrumento del resto de asignaturas del conservatorio o de la enseñanza general:
Aprender a tocar un instrumento no consiste únicamente en la adquisición lineal de conocimientos. El aprendizaje se ve continuamente condicionado por las aptitudes de cada uno de los alumnos y sus necesidades particulares en cada momento.
Teniendo esto en cuenta es fácil comprender por qué una programación didáctica —por excelente que sea— aplicada a rajatabla empieza a no ser lo más adecuado para la clase de instrumento.
Veamos algunas diferencias entre las asignaturas instrumentales y las generales:
- En una clase de matemáticas se pueden ir enlazando conceptos progresivamente más complejos o en una de historia se puede avanzar por las distintas épocas explicando las influencia que en ellas tuvieron las que les precedieron, pero en la clase de instrumento ese progreso ideal puede verse influido —de hecho lo está permanentemente— por innumerables factores que es imposible prever en la redacción de una programación didáctica estandarizada, aunque hayamos hecho un gran esfuerzo por hacerla lo más exhaustiva posible.
- Con el instrumento no se trabajan únicamente conceptos teóricos —aunque también tengan su importancia— sino principalmente su aplicación práctica en la interpretación musical.
- El progreso con el instrumento, tanto técnico como musical, raras veces se produce en paralelo en todas las facetas del mismo: podemos encontrar alumnos muy hábiles con la digitación pero con problemas de sonido, o con una gran sonido pero con una articulación deficiente, o con problemas de respiración o de postura corporal a pesar de estar dotados de una gran musicalidad.
- No podemos prever con precisión en qué momento surgirán estos problemas, aunque lo podamos suponer.
- Varios alumnos pueden tener un nivel general similar, pero con puntos fuertes y áreas de mejora distintos en cada uno de ellos.
- Las áreas que necesitan de un trabajo detallado en un momento determinado son diferentes para cada alumno y en muchos casos dependen más de sus aptitudes personales que de la materia estudiada hasta ese momento.
Si pensamos en todas las combinaciones posibles de problemas más o menos graves que se pueden presentar en cada momento del aprendizaje y pretendemos incluirlas todas en nuestra programación ésta acabará siendo más extensa que la integral de las obras de G. Ph. Telemann, pero la mayoría de ellos se pueden resolver perfectamente con mayor o menor esfuerzo si se conocen las causas que los provocaron y la forma correcta de trabajarlos. Para conseguirlo es necesario un gran margen de flexibilidad —utilizada con criterio— con respecto a la programación.
Como resulta obvio, todos esos problemas necesitan de la debida atención individualizada en el momento en que lo requiera el alumno, y no cuando lo indique un documento generalista, por muy bien estudiado que esté. De poco serviría abordar el estudio de una determinada obra obligados por el hecho de que así lo exige la programación si el alumno presenta algún problema técnico o de otro tipo que aconsejara detenerse sobre él antes de seguir avanzando. En el caso contrario, sería una lástima no empezar a trabajar cierto repertorio que consideramos asequible e interesante para el alumno solamente porque se está incluido más adelante en la programación.
Os animo a reflexionar esta semana sobre qué uso real hacéis de vuestra programación cada día que vais a clase —no importa si sois profesores o alumnos, los dos puntos de vista son interesantes— y si pensáis que de alguna manera podéis darle una mayor utilidad.
La semana que viene seguiremos con este tema, y os contaré un cuento.
JMR