Un aspecto que no siempre se tiene en cuenta a la hora de trabajar las escalas es cuánto ayuda a la lectura a primera vista el dominio de las secuencias y combinaciones de notas que aparecen en el tipo de ejercicios que estamos describiendo esta semana cuando se aborda el estudio de una obra nueva. El trabajo regular combinando articulaciones y ritmos diferentes sobre escalas, apergios e intervalos repetidos permite percibir de un vistazo cada diseño que aparece en la partitura y reconocerlo como un todo en lugar de como notas independientes.
En el siguiente ejemplo, extraído del libro El aprendizaje de los instrumentos de viento madera, se puede ver la misma frase escrita de dos maneras: en primer lugar como una serie de notas sin una forma concreta y a continuación como se suele escribir normalmente. En el segundo caso es fácil distinguir cada grupo de cuatro notas como parte de una secuencia de la escala, o de la escala en terceras, o de un arpegio, lo que no resulta tan evidente en la primera línea.

En este otro ejemplo del mismo libro puede observarse la diferencia entre pretender seguir una misma frase como una sucesión informe de notas o como una serie de estructuras rítmico-melódicas diferenciadas que hemos podido ir estudiando previamente como parte del trabajo técnico diario.

Incluso la articulación ayuda a dar forma a los diseños:

Esta percepción de las notas formando parte de estructuras reconocibles es similar a lo que ocurre al leer un texto escrito: no se lee cada una de las letras ni de las sílabas por separado, sino que se visualizan las palabras o incluso los grupos completos de palabras de los que se intuye su significado. Esto sucede porque se asocia lo escrito con las combinaciones habituales de letras que forman las palabras a las que cada uno está acostumbrado en su idioma, a las que a su vez se les atribuye un significado concreto. Pero si se intenta leer un texto que utilice en mismo alfabeto pero estuviera escrito en un idioma desconocido, se necesitaría leer cada sílaba de una forma muy torpe, y probablemente la lectura y la entonación de las frases carecerían de sentido. Lo mismo ocurre al tocar: si no se dispone de forma inmediata e intuitiva de las combinaciones de notas más habituales se precisará un trabajo extra cada vez que aparezcan en una obra, en lugar de poder tocarlas inmediatamente y con menos esfuerzo.
Es cierto que esas dificultades también se pueden trabajar directamente sobre las obras, pero esto puede ser una forma de viciarlas y de frustrarse al encontrar una dificultad inesperada allí donde no debería haberla si se dispusiera de una técnica adecuada. De esta forma es fácil desanimarse antes de haber encontrado el sentido a la obra y de haber explorado sus posibilidades, únicamente por no poder hacerle frente de forma cómoda desde un punto de vista técnico. Siempre es recomendable que el nivel técnico instrumental vaya un poco por delante de las necesidades de las obras que se deben tocar en cada etapa del aprendizaje. No hace falta que sea muy superior, pero sí lo suficiente como para que cada obra no se convierta en un reto técnico y se pueda dirigir la atención a lo que da sentido realmente a la obra: transmitir sensaciones al que la está escuchando.
Como resumen de esta semana, recordemos:
El trabajo técnico en todas sus facetas —sonido, digitación, articulación— no es un fin en sí mismo, sino un medio para disponer de las herramientas que nos permiten tocar las obras de forma confortable concentrarnos libremente en su interpretación.
JMR