En el artículo que volvimos a compartir ayer —marzo de 2020— hablamos de la base de la columna de aire y de cómo aunque necesitemos poca cantidad de aire para tocar el oboe es fundamental un buen apoyo en el diafragma. Ese es el principio básico de la respiración.
Hoy seguiremos nuestro recorrido ascendente a través de la columna de aire y nos fijaremos en un punto vital y no siempre bien entendido: la garganta.
Siempre se insiste en el trabajo de la respiración diafragmática, pero muchas veces la explicación se queda ahí, como si desde el diafragma hasta la campana del oboe no hubiera otros elementos que nos permitieran modular nuestro sonido. Es cierto que una correcta inspiración es la base, pero no es el único factor que influye en el sonido y, sobre todo, en su control. Es cierto que nos proporciona un caudal de aire suficiente y estable, pero intentar controlar nuestra emisión solo con el diafragma sería como querer controlar la cantidad de agua que sale de la ducha moviendo las compuertas del embalse que está en la montaña. ¿No es más fácil usar el grifo?
En el camino que sigue el aire en su recorrido hasta la caña debe atravesar dos puntos muy importantes: al final del todo, la embocadura —de la que hablaremos en otros artículos— y un poco antes la garganta, donde ocurren cosas muy interesantes.
Cuando tocamos siempre buscamos que la garganta esté bien abierta, para que nuestro sonido tenga más resonancia y proyección. Además, si la mantenemos bien abierta también al inspirar —al entrar, el aire debería provocar un sonido parecido a una O gutural. Si suena más parecido a una A o una E es debido a que roza con el paladar o con una garganta algo cerrada— facilitaremos la entrada del aire en la dirección que queremos.
Existen varios trucos para provocar la apertura de la garganta, por ejemplo:
- Tomamos una hoja de papel y la enrrollamos formando un cilindro de unos tres centímetros de diámetro.
- Introducimos el tubo en la boca hasta un par de centímetros por detrás de los dientes.
- Si no lo aplastamos, nos daremos cuenta de que, al inspirar, el aire va directamente hasta la parte baja de los pulmones. Además, nos daremos que el aire que entra es frío, porque no se calienta al no rozar con las paredes de la boca.
- A continuación debemos buscar la misma sensación colocando la boca y la garganta como si fuéramos a cantar una O, manteniendo esa posición mientras inspiramos.
- Si conseguimos mantener la posición también mientras tocamos, mejoraremos la proyección de nuestro sonido y ganamos en riqueza de armónicos
Podemos aplicar este ejercicio y buscar unas sensaciones similares en una sesión de notas tenidas, es decir, notas largas sin cambio de intensidad. Es preferible hacerlo sentados, porque esa posición ayuda a ser conscientes del apoyo en el diafragma y a encontrar la sensación de que el aire sale por sí solo. De esta manera podemos concentrarnos en los movimientos de la garganta:
- Inspiramos intentando que el aire produzca al pasar la O en la que estamos insistiendo.
- Tocamos una nota que nos resulte cómoda, preferiblemente en la primera octava del instrumento.
- Intentamos aumentar la proyección del sonido abriendo un poco más la garganta —volvemos a la O gutural—, pero sin tocar más fuerte ni llegar a un punto en el que perdamos el control del sonido. Buscamos amplitud de sonido y proyección, pero no volumen. Armónicos y no decibelios.
- Repetimos el ejercicio hasta encontrar el punto justo en el que conseguimos esa nota con el máximo de amplitud pero sin pérdida de control. Esa será nuestra mejor nota.
- Seguimos con el ejercicio en el resto de las notas de la primera octava, hasta encontrar la mejor posición para cada una de ellas. Es importante repetir el ejercicio hasta que podamos reconocer y automatizar la colocación de cada nota sin esfuerzo.
- Con la práctica debemos conseguir atacar la nota exactamente en su punto ideal.
El sonido obtenido podrá variar según sea la caña que tengamos ese día —con algunas será más claro y con otras más redondeado, unas veces será más de nuestro gusto y otras lo será menos, o puede que nos parezca que no tiene el color ideal—, pero de lo que se trata con este ejercicio es de conseguir el mejor sonido posible en ese momento y con ese material. A fin de cuentas, en el concierto no siempre tenemos la caña ideal, pero siempre debemos tocar lo mejor que seamos capaces
Hoy hemos hablado de la primera octava. En el artículo de mañana hablaremos de cómo conseguir la misma calidad de sonido en todo el registro del instrumento de la forma más eficiente y con el menor esfuerzo.
JMR