El otro día me llegó un vídeo que me pareció la mejor descripción de un planteamiento provechoso y realista ante la vida para disfrutar plenamente de ella, contado sin pelos en la lengua y además con un estilo ameno y divertido. Lo protagoniza el actor y director mexicano Odin Dupeyron y empieza poniendo en duda la cultura del pensamiento positivo a toda costa (resumiendo: todos podemos llegar a hacer cualquier cosa si la deseamos realmente) para acabar animando a disfrutar de la vida aprovechando al máximo lo que cada uno es realmente capaz de hacer, sin compararse con los demás y dando valor a lo que realmente es importante para cada uno.
No es mi intención haceros aquí un resumen del vídeo, os animo a que lo veáis completo (lo tenéis aquí), pero sí que quiero compartir con vosotros algunas reflexiones que me sugirió y que están relacionadas con temas que hemos ido tratando en este blog. En primer lugar: no confundir una actitud optimista ante la vida con el pensamiento un tanto naïf de que basta con desear algo para conseguirlo. No es lo mismo intentar ver siempre el lado positivo de cada situación y disfrutar con él que olvidar que también hay una parte negativa que, cuando la comprendemos y superamos, nos ayuda a avanzar por la vida. No hay que regodearse con lo negativo, pero tampoco negarlo. Hay que saber utilizarlo en nuestro beneficio. Por otro lado, el recordar los buenos momentos, aquellos que nos han hecho sentir realmente bien y en los que hemos disfrutado de lo que estábamos haciendo, refuerza nuestra autoestima y hace que afrontemos los obstáculos con el ánimo de superarlos y sin dejar que nos abrumen. No es fácil encontrar el equilibrio entre optimismo y realismo pero es muy necesario para sacar el mejor partido a nuestra vida y vivirla plenamente.
Otro problema que tiene el mensaje de que todos podemos hacer cualquier cosa si la deseamos realmente es que no es cierto. No siempre podemos conseguir todo lo que nos proponemos. En ese caso ¿es culpa nuestra por no haberlo deseado lo suficiente o simplemente es que no estábamos realmente capacitados para ello? Hay muchos factores, físicos, mentales, ambientales, culturales, profesionales, que facilitan la consecución de algunos objetivos y dificultan la de otros. ¿Es siempre culpa nuestra por no haber puesto el suficiente empeño, o es que nos habíamos equivocado de objetivos? Si no tenemos cuidado y reflexionamos sobre ésto podemos llegar a un erróneo sentimiento de culpa que no nos merecemos porque, si hemos jugado bien nuestras cartas, ¿qué culpa tenemos de no tener mejores cartas? y ¿de verdad son tan malas nuestras cartas o las estamos intentando emplear en una jugada que no es la que más nos conviene?
Me gustaría contaros un par de experiencias personales, una relacionada con el deporte y la otra con mi carrera como oboísta:
La primera sucedió hace unos años, en la que debería haber sido mi mejor temporada de maratón. Fue la temporada en la que corrí mayor cantidad de kilómetros y a ritmo más alto. Mi objetivo era mejorar mi marca y por los test que iba haciendo, debería bajar fácilmente de las dos horas y cincuenta minutos. Como preparación para el maratón corrí varias medias maratones y otras carreras de veinte kilómetros, en las que las sensaciones eran cada vez mejores y las marcas también. Hasta que llegó el gran día: a finales de noviembre, con una temperatura ideal para correr y sin nada de viento. Las mejores condiciones. Empezó la carrera y desde el principio noté que algo no iba bien. Tenía el estómago revuelto y no podía ni beber agua. No conseguía seguir el ritmo y notaba que me iba deshidratando. Hasta que me tuve que parar en el kilómetro diecisiete. Fracaso. Toda la preparación, los kilómetros, ejercicios, disciplina, no habían servido para nada. ¿Realmente? ¿Era una fracaso total el no haber mejorado mi récord? ¿La que iba a ser mi mejor temporada pasó a ser la peor por no haber cumplido con ese objetivo? Esa sensación podría haberme quedado si no hubiera hecho ese esfuerzo de análisis de que os hablaba antes y hubiera olvidado todos los pequeños objetivos que me iban a llevar a alcanzar el objetivo final. Resumiendo, aquella temporada mejoré varias veces mi tiempo en medio maratón y conseguí mi mejor marca en la Behobia-San Sebastián, una carrera de referencia. En realidad fue mi mejor temporada sin lugar a dudas, solo que mis cartas me permitieron ganar unos objetivos diferentes al que me había propuesto al principio pero no menos importantes, y recordarlo me hace sentir bien.
La otra historia ocurrió mucho antes y aún sigue ocurriendo, por fortuna. Por algún motivo parece que tocar el oboe se me da bien. Acabé mis estudios muy joven e igual de joven empecé a trabajar. Tocaba en algunos sitios, pero el primer trabajo estable que tuve fue dando clase en el conservatorio de Irun, mi ciudad. Siempre pensé que sería algo provisional, hasta que consiguiera plaza en alguna orquesta, que es lo que realmente quería y para lo que me había estado preparando. Pasó el tiempo y saqué la plaza en el conservatorio de Pamplona. Seguía pasando el tiempo y yo seguía tocando allá donde podía, pero no conseguía sacar ninguna plaza de orquesta. Afortunadamente no me costó mucho tiempo darme cuenta de que quizá mi objetivo inicial estaba equivocado: no tenía plaza en una orquesta, pero estaba adquiriendo buena experiencia en la enseñanza de lo que me gusta y eso estaba siendo para mí tan gratificante como si estuviera tocando todos los solos del repertorio. Si hago balance de mi vida profesional veo que no he conseguido lo que me proponía con veinte años, pero en cambio tengo una clase en el CSMN que realmente merece la pena, toco siempre que puedo, propongo nuevos proyectos, doy charlas y cursillos, escribo (y hasta hay quien me lee) y, además, tengo una vida mucho más allá del oboe y de la música. No cambio la vida que llevo con la que podría haber llevado si hubiera logrado lo que me proponía hace años. Disfruto de cada momento con lo que hago y cuando llegan los problemas los afronto con una perspectiva optimista pero sobre todo realista, que es la mejor manera de superarlos y añadirlos al bagaje de experiencia que la vida nos ofrece.
Tenemos una vida, que nos es perfecta, pero es la nuestra.
JMR
Me gusta lo que dices Juan Mari Ruíz
Me gustaMe gusta