Para muchos estas próximas semanas serán clave: se acercan los recitales, las pruebas de acceso, los conciertos de fin de curso, todo eso hacia lo que hemos estado encaminando la preparación durante el año. Es el momento de sacar el mejor partido al esfuerzo realizado y utilizar todos nuestros recursos con eficacia, pero ya no es posible recuperar el tiempo perdido y pretender adelantar en un par de semanas lo que no hemos hecho en varios meses. De nada sirve acumular a estas alturas muchas horas de estudio que quizá debimos hacer antes, pero sí es el momento de reflexionar, analizar y detectar nuestros puntos fuertes y también nuestras debilidades a día de hoy, para que en el momento de la actuación podamos apoyarnos en los primeros para sentirnos seguros e intentar evitar y no mostrar de forma evidente las segundas. Estos pros y contras pueden ir cambiando a lo largo del tiempo y de nuestra carrera musical. porque siempre estamos evolucionando. Pueden ser muchos los factores que en algún momento nos hagan sentir que no todo está como debiera (cansancio, desmotivación, nerviosismo…) pero esa reflexión nos ayudará a ser más objetivos y realistas a la hora de enfrentarnos al gran día con confianza y disfrutarlo, que es la mejor manera de hacer que nuestro público también disfrute con nuestra actuación.
En nuestro trabajo diario, aunque estemos deseando tocar el programa que hemos estudiado, no descuidemos el trabajo de base. Ahora no lo utilizaremos como trabajo específico de técnica, sino como ejercicio de relajación: unos minutos diarios de notas tenidas sintiendo bien el apoyo de la respiración y el fluir del aire a través del instrumento pueden ser el mejor ejercicio, además de ayudarnos en el calentamiento; después, unas escalas y arpegios a ritmo moderado sintiendo bien la pulsación relajada de cada dedo y la continuidad en la emisión del aire nos ayudarán a controlar la digitación y a sentirnos seguros en los pasajes difíciles. Muy a menudo suele ocurrir que en el momento de tocar lo estamos haciendo a mucha más velocidad de lo que pensamos. Si os dais cuenta de que vais un poco descontrolados, es el momento de esforzarse en pasar por cada nota y sentir bien la pulsación.
En este período no es bueno tocar demasiado tiempo solo por el hecho de tocar; el trabajo de volumen lo hemos tenido que hacer antes. Debemos evitar sobrecargas físicas y psicológicas y es mejor ir reservando fuerzas y ganas de tocar, pero sí que es conveniente hacer pases generales del repertorio que vamos a interpretar, y si es con público, mejor, porque nos va acernado a la situación real del día del concierto. Pero si no es posible disponer de nadie que nos escuche, nosotros mismos podemos improvisar o imaginar ese público: basta con que nos concentremos en darle realmente al pase general el carácter de concierto, aunque la sala esté vacía, y sin darnos la oportunidad de pararnos o repetir un pasaje al mínimo inconveniente. Mientras tocamos podemos ir tomando nota mental de los problemas que vamos detectando para repasarlos más tarde, pero sin descentrarnos, y concentrando toda la atención en la continuidad de nuestra interpretación. De esta manera nos estaremos entrenando para solventar cualquier imprevisto que se pueda presentar y seguir adelante.
Estos días, después de un buen calentamiento nos podemos proponer que a partir de un momento dado, por ejemplo salir y volver a entrar en la habitación, ya estamos en el concierto y no hay vuelta atrás, empezamos el recital y nos concentramos en la interpretación. Este ejercicio nos ayudará, junto con los ejercicios de relajación y visualización, a estar más familiarizados con todo lo que rodea el momento del concierto. Es bueno hacerlo en diferentes lugares y, nosotros los oboístas, con diferentes cañas, para acostumbrarnos a adaptarnos a cualquier circunstancia y sentirnos cómodos en cada una. Podemos empezar poco a poco: unas semanas antes del recital pasar una de las obras cada vez, después dos, y finalmente el programa completo. Otro factor importante para el que nos sirve de ayuda es conocer nuestra resistencia física: no es lo mismo tocar una obra estando fresco que si es la tercera del concierto. Dentro de nuestro plan de preparación para la actuación tenemos que saber medir nuestras fuerzas y planificar bien las pausas y el orden de las obras en función de las mismas.
Los días anteriores es recomendable hacer ejercicios de visualización, recreando con todo lujo de detalles lo que esperamos para el concierto para que nada nos pille por sorpresa, y el día del recital hay que cuidar los detalles: tener todo el material escogido y preparado con la suficiente antelación, llegar al lugar del concierto con mucho tiempo para evitar imprevistos y familiarizarnos con el lugar, cuidar la vestimenta (el hábito no hace al monje, pero cuidar el propio aspecto ayuda mucho a subir la autoestima y sentirse seguro), hacer algún breve ejercicio de relajación… y solo queda disfrutar del resultado de todo nuestro trabajo y hacer que los demás disfruten.
Disfrutad del fin de curso
JMR