«Diafragma», «pedagógico» y muchas otras son palabras tan utilizadas, y no siempre debidamente, que han acabado en la mayoría de los casos perdiendo parte de su significado para pasar a ser «palabras mágicas» que puestas en cualquier frase relacionada con la enseñanza musical parece que la ensalzan y la justifican con su sola presencia. Además, casi cada año la corrección política propicia la aparición de nuevos términos de moda en este y en otros ámbitos que parecen de obligada inclusión en cualquier texto, y que muchas veces no hacen sino enmascarar la falta de profundidad de éste. Pero no basta con añadir la palabra «pedagógico» a cualquier término para convertirlo en valioso. Una reunión de profesores, una charla, una programación o un concierto no son más interesantes ni más provechosos por calificarlos como tales. Tengo la sensación que a veces se abusa de esta palabra para evitar un trabajo más profundo de análisis y reflexión, y lo principal es precisamente este trabajo: saber qué queremos transmitir a nuestros alumnos, o compartir con nuestros colegas, o comunicar al público, al margen de que la redacción final o los términos utilizados sean los obligados por la moda. El uso y abuso de esta palabra no es más que una muestra, pero seguro que a todos se nos ocurren muchas más.
Otro ejemplo de palabra mágica es diafragma. Es la base de toda la emisión y el apoyo de la columna de aire, de acuerdo, pero no lo consigue todo. Hay muchos otros factores que intervienen en la producción del sonido y que a veces se soslayan a la sombra de esta palabra mágica: la apertura de la garganta, los movimientos de la lengua, la flexibilidad de la embocadura, etc. Una vez que conocemos cual es la función real del diafragma, y cuales no lo son, podemos dirigir nuestro análisis hacia los otros factores para conocerlos en profundidad. Pero esto no ocurrirá si nos refugiamos en la palabra fetiche pensando que es lo que nuestro interlocutor quiere oír. ¿Creéis que un alumno de grado elemental sabe qué se le está pidiendo cuando se le dice que haga una buena respiración diafragmático-abdominal?
Algo parecido ocurre con métodos de estudio y obras, que no mencionaré pero que están en la mente de todos, que son al parecer imprescindibles para tocar el oboe. Pero ¿realmente nos hemos parado a reflexionar con qué fin fueron escritos esos estudios? ¿los hemos analizado para aprovecharlos debidamente? No es lo mismo pasar un estudio muy difícil de aquella manera que trabajar en profundidad otro en apariencia más sencillo pero que quizá tenga más complejidad musical y, sobre todo, sabiendo en qué nos debemos concentrar para sacarle todo el partido, porque no basta con juntar las notas. No conviene olvidar que los estudios (y también el repertorio, me atrevería a decir) no son un fin en sí mismos, sino medios para ayudarnos a progresar en nuestra técnica y estilo musicales para poder hacer frente a los requerimientos que tiene la vida de músico profesional. Pocos serán los oboístas que lleguen a tocar el Concierto de Mozart con una orquesta profesional pero, en cambio, el trabajo de sonido, afinación, mecánica, regularidad, picado, fraseo, etc. que precisa su preparación es una inmejorable escuela para lo que realmente tendrán que tocar.
Por último, tampoco existen las programaciones mágicas. Podemos redactar la programación de oboe una y otra vez, según cambie la correspondiente ley educativa pero, como decía uno de mis profesores, el oboe se sigue soplando por el mismo extremo. No hace falta volver a inventar la pólvora. Es muy importante el momento donde el joven profesor plasma por primera vez sus ideas y método en una programación, porque le obliga a realizar un trabajo personal de análisis y planificación. Más adelante podrá adaptarla, ampliarla o mejorarla, pero más importante que cómo está escrita la programación es la persona que está detrás y que la tiene que aplicar, sabiendo en todo momento porqué está trabajando determinada técnica o repertorio con un alumno según sus necesidades, teniendo flexibilidad para adaptarla y buscando siempre el camino más eficaz para su alumno.
Es importante saber verbalizar nuestras ideas y comunicárselas a los demás, pero hagamoslo con nuestra propias palabras, sin agarrarnos a los lugares comunes y conservando siempre nuestra libertad de reflexión.
JMR