En esta época que nos ha tocado vivir, que a pesar de todo creo que no es ni mejor ni peor que cualquier otra de la historia, estamos rodeados de tecnología por todas partes. Esto no es ni bueno ni malo en sí mismo, depende del uso que le demos. Los oboístas tocamos un instrumento que en lo básico de su mecánica y funcionamiento no ha cambiado en los últimos cien años y la principal literatura de estudios que utilizamos data aproximadamente de esa época o es aún anterior, entonces ¿qué nos aportan las nuevas tecnologías en nuestro trabajo?
La primera respuesta la tenéis delante de los ojos. Sin la web no habría tenido la oportunidad de dirigirme a vosotros ni de escribir los artículos que cada cierto tiempo publico en este blog. Y lo mismo que leéis éste, podéis encontrar cientos de páginas de información sobre el oboe en unos segundos y apretando un par de botones. Hace pocos años era imposible alcanzar con una publicación el número de personas que ahora las redes permiten con un coste mínimo. La información quedaba limitada a ciertos círculos y era difícil conocer diferentes ideas y hacer comparaciones para que cada uno sacara sus propias conclusiones. Si queríamos escuchar diferentes versiones de una obra debíamos buscar los correspondientes discos, cosa no siempre fácil y que se demoraba al menos varios días, si no semanas. Ahora podemos encontrar en un momento y escuchar en cualquier sitio y desde cualquier dispositivo la música que queremos y en la versión que nos interesa gracias a las diferentes plataformas de música on-line. El problema que se nos presenta es el contrario que hace una generación: hay tal exceso de información en Internet que nuestro trabajo no es de búsqueda, sino de filtrado para extraer la que es realmente valiosa. Cualquiera puede colgar lo que se le antoje, y a veces no es fácil decidir cuales son los contenidos fiables y de calidad.
También se ha facilitado mucho el acceso a la música escrita. Podemos encargar en un sitio web cualquier partitura y recibirla al día siguiente, por no hablar de las páginas que permiten la descarga directa del material. Además, si tenemos un mínimo de destreza con cualquier programa de edición de partituras es muy fácil hacer adaptaciones, arreglos y modificaciones de aspecto profesional que, además, podemos escuchar en el momento. Afortunadamente atrás quedaron los tiempos en que había que copiar pacientemente la partitura a lápiz en papel pautado.
Otra ventaja que tenemos es la posibilidad de grabarnos como herramienta de trabajo. Con un buen equipo podemos escuchar como sonamos realmente, con mayor objetividad que fiándonos únicamente de nuestra percepción mientras estamos tocando o de la opinión de otros, pero también con cualquier teléfono móvil podemos trabajar muchos temas técnicos (ritmo, tempo, articulación) aunque la calidad de sonido de la grabación no sea óptima. También disponemos de software que permite que toquemos con el acompañamiento previamente grabado, al que le podemos cambiar la velocidad o incluso el tono, según nos interese. Aunque esto último es una herramienta de estudio muy útil, no soy partidario de abusar de ella en audiciones, por ejemplo, porque si algo tiene de especial la música en directo y que la distingue de la música grabada es la capacidad del músico de interactuar con otros músicos y de comunicarse con el público. En un momento en que un ordenador es capaz de reproducir la música con buena calidad, el músico debe saber aportar el valor añadido que la haga humana.
Pensando en todo esto y en las consultas de todo tipo que recibo por correo electrónico, hace unos días me embarqué en un nuevo proyecto al que llevaba un tiempo dando vueltas: dar clases de oboe on-line en la plataforma Play with a Pro.
¿En qué consiste? Es muy sencillo: el alumno reserva un día y una hora en los horarios disponibles del profesor que le interesa, unos minutos antes del horario concertado recibe un mensaje para conectarse y a la hora convenida comienza la clase. Ésta puede ser de entre treinta y sesenta minutos, y también existe la posibilidad de una clase gratuita de quince minutos en la que se puede conocer al profesor y hablar con él para, sin compromiso, planear el trabajo a realizar en las siguientes clases. Los requerimientos técnicos no son tampoco muy complejos: basta con un ordenador con webcam y micrófono y una conexión a Internet que sea bien estable. La plataforma se encarga de que el vídeo y el audio sean de buena calidad. Aunque con los requerimientos mínimos la clase es perfectamente aprovechable, se puede mejorar la experiencia conectando el ordenador a un equipo de audio. En mi caso, he optado por instalar un buen micrófono para que la calidad de sonido del oboe (siempre delicada si el equipo de grabación no es el adecuado) se mantenga y se transmita de la mejor manera a los alumnos.
En las clases on-line se pueden trabajar los mismos temas que en una clase presencial, aunque con algunas diferencias. Es obvio que al tratarse de clases a distancia se pierde parte de la comunicación no verbal y del lenguaje corporal, pero a cambio se gana en inmediatez y comodidad. Se puede estar en contacto sin necesidad de desplazamientos y en los horarios más convenientes. En una clase de este tipo se pueden explicar y realizar perfectamente los ejercicios de técnica y de mecanismo o montar cualquier obra del repertorio, con la gran ventaja de que todas las clases quedan grabadas para el alumno, de forma que puede repasarlas tantas veces como quiera. Es importante que el alumno pregunte en cada clase todas sus dudas al profesor hasta comprender el objetivo y la realización de cada ejercicio, para que pueda consultar la clase cada vez que le surja alguna duda en su estudio personal. Puede elaborar su propio cuaderno de apuntes personalizado mediante las preguntas que haga al profesor o las correcciones que éste le haga.
Esta es otra posibilidad que nos brindan las nuevas tecnologías, una nueva herramienta a la que sacar partido.
JMR