Reflexiones después de una carrera

12144909_1073259129360213_6184156214787898127_nHacía varios días que la predicción meteorológica anunciaba lluvia para todo el domingo, sobre todo por la mañana. Hasta el sábado haría sol, y también el lunes, pero el día de la carrera, agua. Cuesta mentalizarse para hacer un esfuerzo de más de tres horas bajo la luvia cuando uno está tranquilamente en casa o cuando está entrenando en un día soleado. Durante la semana previa, un poco también a causa de los nervios previos a la carrera, vienen a la mente pensamientos negativos que hay que saber dejar a un lado. Es en estas ocasiones cuando hay que echar mano de la experiencia y recordar otras ocasiones en que tocó mojarse y pensar que no será para tanto, bastará con abrigarse un poco más y al mal tiempo, buena cara. Lo peor puede ser al principio, pero una vez entrados en calor uno ni se da cuenta de si llueve o no. Y de todas formas no sirve de nada dejarse llevar por el pesimismo una vez que se ha tomado la decisión de participar en la carrera: si hemos venido hasta aquí a correr, correremos, y como dice el proverbio, «quien sufre porque tiene que sufrir, sufre dos veces», así que mejor no pensárselo dos veces y dejar todo preparado para la carrera: dorsal, zapatillas, ropa y algo para comer, y que sea lo que tenga que ser.

La mañana del día de la carrera se presentó muy nubosa, como estaba previsto, pero por el momento aguantaba sin llover. Por si acaso, llevaba toda la ropa que me pudiera hacer falta: chubasquero, manguitos, guantes y gorra. Al acercarse la hora del pistoletazo de salida el se veía que el chubasquero no iba a ser necesario y lo puse en el bolsillo del maillot. En estas, tras la música a todo volumen de rigor (que no cabe duda de que cumple con su cometido de levantar el ánimo) se da la salida. En esta carrera decido salir bastante atrás, porque mi objetivo ya no es hacer una buena marca, máxime en un maratón como éste, en el que merece la pena disfrutar del paisaje y que al tener en su recorrido bastantes cuestas y terreno muy variado (asfalto, tierra, arena) hace imposible realizar un buen tiempo. Mi plan es dedicar este maratón a encontrar buenas sensaciones durante todo el recorrido, que generen buenos recuerdos para posteriores carreras, evitando a toda costa momentos de desfallecimiento, o de simplemente no encontrarme disfrutando de lo que hago. Pretendo ir a buen ritmo, pero siempre por debajo de un nivel de esfuerzo que no me permita ir a gusto.

Empiezo con el grupo de corredores que quieren acabar la carrera en tres horas y media, pero en el kilómetro cinco no me encuentro cómodo y me voy un poco por delante. Soy consciente de que más adelante me alcanzarán, pero es mi forma de correr. Siempre he preferido hacer más caso a a mis sensaciones que a la teoría. De hecho, en mis cuarenta maratones sólo he conseguido una vez correr más rápido la segunda mitad de la carrera que la primera, que se supone que es lo correcto, y no fue cuando conseguí mi mejor marca. Prefiero encontrar un ritmo cómodo que pueda mantener y después seguir con esa sensación aunque en los kilómetros finales el ritmo pueda bajar algo. Cuando hablamos de estudiar el instrumento solemos decir que hay que adaptar la metodología a cada alumno. En este caso yo hago lo mismo: adapto la teoría a mis características, y la experiencia me ha mostrado qué es lo que me funciona.

Hacia el kilómetro veintisiete la carrera llega hasta la punta de la península del Cap Ferret, y nos cruzamos los corredores que aún vamos hacia allá y los que ya  vuelven. En este momento uno reflexiona acerca del paso del tiempo y de que hace unos pocos años iba bastante adelante, contando en qué puesto iba y calculando si podría adelantar a algún corredor en los kilómetros restantes. Hoy basta con seguir adelante y acabar la carrera. Vamos cumpliendo años, el tiempo pasa,  y pasa para todos. En lugar de sentir nostalgia por no poder estar al nivel en que antes estaba, prefiero disfrutar recordando aquellos momentos que viví no hace tanto y seguir buscando hoy sensaciones que me hagan disfrutar de la carrera.

Poco a poco se acerca la meta. Unos kilómetros antes me adelantan los que quedan del grupo de las tres horas y media. No intento seguirles. Me mantengo fiel a mi objetivo de hoy: sensaciones. Y al llegar a meta puedo decir que lo he conseguido. En ningún momento lo he pasado mal. La carrera se ha hecho larga, lo es, pero la he disfrutado en todo el recorrido.

Por cierto. No llovió en ningún momento de la carrera. Una prueba más de que no siempre ocurre lo peor que puede ocurrir. Recordadlo la próxima vez que os vengan pensamientos negativos.

Ahora, una semana de descanso activo y después, vuelta al entrenamiento utilizando las buenas sensaciones de Cap Ferret como entrenamiento mental para el maratón de San Sebastián del 29 de noviembre.

Ya os contaré

 

JMR

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