En nuestra profesión de músico hay momentos en que uno se pregunta por qué aún le gusta tocar, qué es lo que le hace trabajar por mantenerse en forma, y si la inversión de tiempo y esfuerzo que se necesita le resulta rentable. Máxime cuando la actividad profesional principal de uno no es la interpretación propiamente dicha sino la enseñanza, con el riesgo que ésta tiene de acomodarse porque aparentemente no hay una obligación explícita de responder ante un público. Pero ¿es eso cierto? ¿realmente no son nuestros alumnos ese público al que mostrar día a día nuestro saber hacer? Y por otra parte ¿no nos sentimos mejor con nosotros mismos sabiendo que seguimos siendo competentes con nuestro instrumento?
Ofrecer un concierto pasando por todas las etapas de preparación que esto supone es una experiencia que puede ser para nosotros de las más gratificantes si la abordamos con confianza y un punto de vista positivo. Desde la planificación del concierto, la elección del repertorio, la elaboración del plan de estudio y ensayos, la preparación de la actuación, los nervios previos a salir a escena, el propio momento de disfrutar de la música que estamos haciendo y con ello hacer disfrutar a los demás, hasta la euforia de después del concierto, forman parte de la vida del músico, y cada una de esas fases debe ser vivida y disfrutada plenamente.
Tocar en público habitualmente y con confianza aporta muchas cosas que influyen en nuestra personalidad y en otros aspectos de la vida. En primer lugar, nos proporciona un sentimiento de seguridad en lo que hacemos: nos da la confianza de saber que que somos capaces de estudiar un programa de concierto y defenderlo, que es precisamente para lo que tenemos que preparar a nuestros alumnos. Esta seguridad mejora nuestra autoestima e influye positivamente en nuestra relación con otros colegas músicos, lo que ayuda a fomentar un ambiente de trabajo más propicio y creativo y un positivo intercambio de ideas.
Cuanta más experiencia práctica tengamos más seguros nos sentiremos de que lo que estamos enseñando tiene un fundamento y puede servir a los demás, y cuanto más próxima sea esa experiencia, más directa será su transmisión a nuestros alumnos. Tener cercana la disciplina necesaria y estar preparado para hacer frente a los imprevistos que puedan surgir bien sea técnicamente, o en la preparación, o en el escenario, hace que mantengamos frescos los recursos que nos ayudan a superarlos. Mantenernos en activo nos ayuda a mejorar nuestra capacidad de análisis para saber qué estamos haciendo y cómo lo hacemos y así establecer estrategias de mejora y de economía de esfuerzos a la hora de trabajar de la manera más efectiva posible.
Se me hace difícil entender la enseñanza del oboe, o de cualquier otro instrumento, sin tener uno mismo la confianza de que se es capaz de dominarlo como herramienta para transmitir un sentimiento musical. Esto implica dos cosas: que se sigue teniendo la técnica suficiente para abordar el repertorio, y que se tiene una idea musical sólida y se sabe emplear esa técnica para transmitir lo que la obra nos sugiere. Cumpliendo estas dos premisas tendremos unos contenidos que transmitir a nuestros alumnos y estos comprenderán mejor qué es lo que se espera de ellos.
Otro motivo para mantenerse en forma es que las clases se hacen mucho más amenas tanto para el alumno como para el profesor si éste ilustrra sus explicaciones con ejemplos prácticos. No se trata de dar conciertos en clase o presumir ante los alumnos, sino de acompañar cada explicación teórica o analítica con su correspondiente ejemplo. De esta manera, además el alumno percibirá detalles a los que quizá no nos hayamos referido con palabras. Así se gana mucho tiempo en clase y ésta es más dinámica y productiva para el alumno y el profesor.
Por otro lado, el trabajo con el instrumento muchas veces nos impone un sentimiento de humildad y realismo al dejar patente que nadie es perfecto y que cualquiera puede pasar por problemas que tiene que saber resolver, y que la perfección es un objetivo que debemos tener siempre en mente, con la única condición de saber que es, por definición, inalcanzable. La práctica nos sitúa en el lugar que nos corresponde, desde el cual podemos, conociendo nuestras virtudes y puntos débiles, seguir mejorando. Siendo conscientes de lo anterior podemos apreciar el lugar de los que nos rodean para, en la medida de nuestras posibilidadaes y de las suyas, ayudarles a avanzar.
El tener siempre retos a la vista, asequibles pero estimulantes, hace que nuestra motivación se mantenga siempre alta, y un profesor motivado, como hemos dicho muchas veces, es el principal motor de la motivación de sus alumnos. También es una cuestión de responsabilidad con ellos, puesto que debemos transmitirles ideas y conceptos estimulantes y que estén a la altura de sus expectativas. Un músico de orquesta está constantemente actuando en público. Para un alumno de grado superior su reto puede ser el recital que tendrá que tocar para acabar su carrera en el conservatorio. Por nuestra parte, los profesores debemos aprovechar las oportunidades que se nos presenten para nuestra realización artística, atendiendo a unos criterios mínimos de calidad y respeto por la profesión; y si no surgen estas oportunidades, creémoslas nosotros mismos tocando en nuestro centro, con otros profesores, en agrupaciones, etc. Con un poco de iniciativa y sabiendo buscar, seguro que encontraremos la ocasión de hacer visible nuestro trabajo y darle la consideración social que merece. Así, mejoraremos nuestro sentimiento de realización personal, porque el objetivo de cualquier músico es poder transmitir emociones con su instrumento.
Para terminar, no quiero dejar de mencionar que hay excelentes pedagogos a los que debido a su edad o por diversos problemas físicos o psicológicos no les es posible actuar en público. Pero estas personas son capaces de suplir sus carencias con un exaustivo trabajo de análisis de lo que se debe hacer para que el alumno mejore, y además con un trabajo paralelo de comunicación con su alumno para transmitirle el mensaje aun con la imposibilidad de realizar el ejemplo. Estas personas, por otra parte, tienen una experiencia muy valiosa acerca de los problemas de diverso tipo que se puede presentar en la práctica instrumental, y puede hacer con sus alumnos un excelente trabajo de prevención. Los demás, que afortunadamente no hemos pasado por ese tipo de circunstancias, podemos aprovechar la experiencia ajena para evitar caer, o que nuestros alumnos caigan, en ese tipo de problemas. Por eso es importante que los instrumentistas, y sobre todo los profesores, estemos informados y al día acerca de todo lo que rodea al hecho de tocar un instrumento.
JMR