El último fin de semana de octubre parecía un traje hecho a medida para mi: coincidían en Zaragoza el congreso anual de AFOES, la asociación de fagotistas y oboístas españoles, y el maratón de la ciudad. Asi que, ¿como dejarlo pasar?
El viernes por la mañana cogimos el tren a Zaragoza y hacia el mediodía ya estábamos en el Conservatorio Superior de Aragón donde se celebraría el evento. Comida en la cafetería y un poco más tarde el ambiente empezó a animarse. Era una buena ocasión para volver a ver a personas con las que había perdido el contacto hace años y que espero que me perdonen mi despiste patológico. No es nada personal, tengo una facilidad inmensa para olvidar caras y nombres, aunque recuerde las cosas que sucedieron. Es una de tantas cosas que debería mejorar.
Una vez hechas las presentaciones (o re-presentaciones), entramos en el auditorio y, tras la presentación del congreso, comienza el programa de actividades: son tres días muy intensos en los que hay un poco de todo: conferencias, masterclass, conciertos y exposición de material para oboe y fagot. Todo ello con una organización impecable, a la que no puedo menos que felicitar desde aquí: enhorabuena.

Así pasamos el viernes y el sábado. El domingo por la mañana tenía lugar el maratón, un buen paréntesis entre tanto oboe y, como tantas otras veces, la constatación de cuánto se parecen tocar un instrumento y correr.
Desayuné muy temprano y llegué a la línea de salida, en plena plaza del Pilar, con tiempo de sobra para evitar agobios y nervios de última hora,como si fuera a un concierto. De hecho, los nervios de la víspera se le parecía bastante: todo está preparado, pero siempre queda un resquicio para la incertidumbre al que hay que saber hacer frente. También en el maratón una organización excelente. A las ocho y media se dió la salida, con la música de rigor a todo volumen. Tenía clara mi intención en esta carrera: tomarla como un entrenamiento largo para mi objetivo de esta parte de la temporada, que es el maratón de San Sebastián en noviembre. Para prepararla había hecho únicamente trabajo de fondo, con tiradas a ritmo medio de hasta 25 kilómetros, sin trabajo específico de series velocidad, que haré más adelante para afinar el entrenamiento. El plan era hacer la primera media a buen ritmo y la segunda como un rodaje más suave. Dicho y hecho. Tras la salida encuentro mi lugar un poco por detrás de la liebre de tres horas. En seguida se me acerca otro corredor con ganas de charla. Suelo entrenar siempre solo y la verdad es que se agradece un poco de compañía. Es su primera maratón y vamos hablando de la carrera, de nuestro trabajo, de la familia, un poco de todo… así la carrera se hace más amena. Llevamos un buen ritmo, pero bien controlado, que nos permite seguir hablando. Para los que me soléis preguntar acerca de la respiración mientras corremos, aquí tenéis la mejor explicación: si podemos hablar sin jadear es que la respiración es relajada, profunda, apoyada en el diafragma, ¿a que os suena a los oboístas? Si la respiración se agita, se vuelve superficial, estamos exagerando el ritmo y no aguantaremos mucho más en una carrera de fondo. En otro contexto, tampoco nos ayuda si se nos agita antes de un concierto a causa de los nervios. En ambos casos debemos encontrar de nuevo la respiración más efectiva; en una carrera para aguantar mejor, en un concierto, para controlar los nervios y focalizar mejor nuestra atención.
Así llegamos al kilómetro veintiuno y, como tenía previsto, me descuelgo de mi compañero tras habernos deseado suerte mutuamente. Hemos llevado un ritmo de 4´25´´ el kilómetro. Es llamativo que hasta ese día el entrenamiento más rápido lo había hecho a un ritmo de 4´35´´. Pero eso fue en la semana de mayor carga, y el tiempo de hoy es fruto de haber planificado bien esta carrera, aunque no fuera mi objetivo principal. Las dos últimas semanas, con mucho menos volumen de entrenamiento, hacen que hoy esté más fresco y pueda mantener este nuevo ritmo sin dificultad.
Al igual que no podemos preparar un recital hasta la víspera, tampoco podemos entrenar con intensidad hasta dos días antes. No conseguiremos más que saturarnos y cargarnos de nervios para el día importante. Los deberes hay que hacerlos con antelación suficiente, de forma que tengamos tiempo de que el trabajo se asiente y sacarle el mejor partido con las mejores sensaciones. Cuando llegamos al concierto tenemos que tener el repertorio dominado, lo bastante asentado como para disfrutar de él, pero al mismo tiempo despejados, descansados y con ganas de tocar. Si llegamos demasiado justos, llegan los nervios, la inseguridad y la falta de confianza. Cada uno debe saber cuanto volumen de estudio necesita para adquirir esa seguridad. No es igual para todas las personas, pero es responsabilidad de cada uno cumplir con su trabajo. Volviendo al deporte, ya tengo una edad y conozco suficientemente mi respuesta al entrenamiento para saber que puedo conseguir los mismos resultados con menos kilómetros que otras personas. Si sigo uno de los planes estandarizados que podemos encontrar en cualquier revista especializada, llego pasado de kilómetros y desmotivado. Tengo ya establecido el volumen que necesito, y le saco el mejor partido. Me ocurre lo mismo estudiando: tengo un sistema para mantenerme en forma con el instrumento y preparar mis compromisos, e intento que mis alumnos consigan el suyo propio, cada uno el que necesita.
No me preocupaba si unas semanas antes de la prueba mis ritmos eran peores que el que quería llevar en carerra, porque confiaba en que la acumulación de trabajo bien planificado haría que rindiera a mi mejor nivel el día importante. De hecho, tres semanas antes me costaba hacer promedios por debajo de cinco minutos por kilómetro. Pero era consciente de que estaba en la semana de más kilómetros, que estaba entrenando por la tarde después de trabajar y de haber comido cualquier cosa, y que esos tiempos no eran lo importante, sino el hecho de salir a entrenar. Igual que cuando estudiamos y no nos encontramos plenamente a gusto. Quizá estemos cansados, o la caña ya esté vieja, quien sabe, pero no juzguemos nuestra forma de tocar de ese día sino como una etapa más en nuestro entrenamiento instrumental. Quizá no estemos tocando como nos gustaría, pero seamos constantes y los resultados llegarán, y si hemos planificado bien nuestro trabajo, llegarán el momento en que los necesitemos.
La meta del maratón estaba en la plaza del Pilar. Allí estaban mis dos oboístas esperándome, y también mi nuevo camarada, que llegó cuatro minutos antes que yo. Las felicitaciones de rigor, ducha en el hotel, y autobús al conservatorio para llegar justo a tiempo de escuchar al grupo de oboes y fagotes de Afoes tocando la Música para los reales Fuegos Artificiales de Haendel.
Un fin de semana completo.
JMR
Hola Juan Mari. Soy Manu G. Simón, estudiante de oboe de 3o de superior en el RCSMM. Enhorabuena por tu blog, me parece que es un gran ejercicio de pedagogía y me encanta tu forma de ver el estudio del instrumento y su comparativa con el deporte.
Espero que sigas subiendo artículos tan chulos y ojalá todos los profes (de todas las disciplinas, no sólo de música) tuvieran una visión tan global y progre como la tuya.
Un saludo desde Madrid y una vez más, enhorabuena
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Muchas gracias, Manu. Me alegro de que te guste el blog. Para mi es un placer ir escribiendo en él sobre lo que voy haciendo y explicar mis ideas sobre todo lo que nos rodea como músicos.
El curso que viene volveremos con fuerzas renovadas.
Que pases un buen verano
JMR
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