Si quiere realizar un trabajo eficiente, lo primero que un profesor debe transmitir a sus alumnos es ilusión. Esa ilusión provocará la motivación que
el alumno necesita para enfrentarse al estudio, y un estudiante motivado es lo que un profesor necesita para que su trabajo sea satisfactorio para los dos.
No olvidemos que los profesores somos el referente más cercano que el alumno tiene para conocer el mundo profesional de la música; somos los que estamos día a día a su lado describiéndoles ese mundo. No se trata, por supuesto, de idealismo ni de crear falsas expectativas, pero sí de mostrar al alumno las satisfacciones que el aprendizaje, por sí mismo, nos da, y todas las oportunidades que ese paulatino avance nos va abriendo al poder tocar en público, con alguna agrupación, etc.
Pero es imposible que un profesor transmita ilusión si él mismo no está ilusionado. Si hace años que se encerró en su aula y el acudir cada día al conservatorio se ha convertido para él en una rutina, cada día más aburrida, el alumno que acude a él pocos alicientes verá en estudio de la música. No confiemos que el alumno busque por sí solo esos alicientes. Vamos a ponérselo fácil. Tampoco hay que olvidar que muchos de los alumnos pequeños que van a una escuela de música no han oído nunca hablar del oboe y que vienen por deseo de los padres. Los primeros meses serán críticos para que esos niños le cojan el gusto al instrumento por sí mismos y no vengan obligados. Tampoco se trata de infantilizarnos, sino de transmitirles de una forma sincera lo que un día nos decidió a dedicarnos a la música.
Y sí que es posible buscar alicientes en nuestro trabajo, aunque ya llevemos muchos años en esto: es cosa nuestra, como profesores, organizar actividades que nos motiven y, ¿porqué no?, nos supongan un reto: un concierto fuera del conservatorio, un intercambio, un concurso, unas pruebas. Por supuesto que suponen un trabajo extra, y unas veces salen mejor que otras (el único que no se equivoca es el que nunca hace nada), pero merece la pena: te mantienen activo, tus alumnos ven tu implicación y se ven arrastrados (en el buen sentido, por supuesto) a realizar esas actividades, y antes de darse cuenta han adquirido unas experiencias que de otra forma no tendrían. Y más adelante esa experiencia extra puede ser la que marque la diferencia con respecto a otros.
También dentro de nuestro trabajo, aunque quizás más tangencialmente, debemos buscar nuestra motivación como instrumentistas. Somos profesores, pero debemos tener un bagaje práctico puesto al día que será el que transmitamos a nuestros alumnos. Yo necesito estar en forma con el instrumento para dar clase, y suelo tocar mucho en ellas. Además del consabido una imagen vale más que mil palabras, necesito tocar en clase para que se mantenga el ritmo, para que no se pare y aprovechemos hasta el último minuto. No se trata de dar un recital en clase, suele ser una especie de sistema de turnos: después de la explicación yo toco y el alumno repite, vuelvo a tocar yo, luego él, etc. Además, de esta manera, el alumno ve en tu ejemplo qué estás buscando y se da cuenta de que lo que le pides es perfectamente factible. A mi, si por algún motivo no puedo tocar, la clase se me hace muy, muy, larga.
Para estar al día, además del estudio personal es importante tocar en público. Por nosotros y por nuestros alumnos, que ven que tienen un profesor que se mantiene en activo. No hace falta que sea en la mejor orquesta sinfónica o en un gran teatro, cada uno debe aprovechar las oportunidades que se le presentan: un concierto ocasional, una colaboración, una banda. Es difícil mantener una disciplina de estudio si no tiene un objetivo a la vista. Y si no se nos presentan las oportunidades, debemos crearlas: ¿Porqué no tocar un recital en nuestro centro de trabajo? ¿Porqué no organizar nosotros algo? ¿Un concierto de profesores? ¿Colaboramos con los alumnos en un concierto de cámara? ¿Hacemos un concierto didáctico? Que cada uno busque lo que más le motive.
El primer paso para transmitir ilusión es estar ilusionado.
Ánimo
JMR