Mentalización

El pasado domingo se celebró el Maratón de la Vía Verde del Plazaola, una carrera que seguía el trazado que desde 1904 recorría el tren que transportaba el mineral de hierro de las minas de la zona y que diez años más tarde llegó a enlazar San Sebastián con Pamplona y se mantuvo en funcionamiento hasta 1953. Las fechas de  su inauguración y cierre son muy parecidas a las del Tren Txikito o Ferrocarril del Bidasoa (1898-1956), que también comenzó siendo un tren minero y terminó uniendo Elizondo con Irun, aunque la proyectada prolongación hasta Pamplona nunca llegó a realizarse. En ambos casos se ha recuperado el recorrido de las antiguas vías con unos cuarenta kilómetros para disfrute de excursionistas, cilistas y, este fin de semana, de corredores entre Lekunberri y Andoain.

Para mi esta carrera era diferente porque llegaba a ella después de casi siete meses sin entrenar de forma regular a causa del tiempo dedicado a la redacción del libro sobre técnicas de estudio, que fue mi principal ocupación durante el primer semestre de este año al margen del trabajo en el Conservatorio. Era la primera vez en casi veinte años que estaba tanto tiempo inactivo y no estaba muy seguro de cómo reaccionaría el cuerpo, o si la cabeza me jugaría una mala pasada.

A principios de julio volví a los entrenamientos planificados con kilometrajes muy cortos y a un ritmo muy suave, como os comenté en otro artículo, buscando sobre todo las buenas sensaciones que tenía en noviembre, cuando corrí mi última carrera. Fui aumentando muy progresivamente la distancia y la intensidad hasta un par de semanas antes de la carrera, para llegar a las dos salidas de veinticinco kilómetros, una por la bahía de Txingudi (Irun, Hendaya, Hondarribia) y la otra por Malerreka (Santesteban, Elgorriaga, Ituren, Zubieta, etc), que fueron las que me devolvieron la seguridad de que que podría afrontar de nuevo la larga distancia. Las dos últimas semanas fueron de recuperación, asimilación del entrenamiento y preparación mental para la carrera.

La mentalización para esta prueba me parecía aún más importante que haber recuperado la resistencia y la forma física, porque sabía que estaba justo de kilómetros de entrenamiento y que si no la abordaba debidamente la carrera se me podía hacer muy larga. Aunque no se tenga afán competitivo, un maratón representa más de tres horas de esfuerzo durante las que se pasa por muchas sensaciones diferentes, desde la euforia del inicio hasta los gestos de coraje para superar los últimos kilómetros, y hay que saber gestionar esas sensaciones para que no jueguen en nuestra contra además del evidente desgaste físico.

Los días previos a la carrera me venían a la mente experiencias anteriores, no todas ellas positivas. Se suele hablar del muro que hay que superar hacia el kilómetro 35, cuando el cuerpo ha agotado sus reservas de glucógeno y empieza a utilizar la grasa como combustible, pero también existe otro muro, éste psicológico que se encuentra un poco antes, hacia la media maratón, cuando todavía se mantienen las fuerzas pero no como al principio, y la meta está aún lejana. Es en esta tierra de nadie a medio camino entre la salida y la llegada y con cierta fatiga y la mitad del trabajo por hacer cuando el trabajo mental se hace más importante y hay que saber desechar los pensamientos parásitos. Como decía, los días anteriores recordaba algunas carreras en que lo había pasado mal, pero sabía que podía enfocar esta carrera de forma que pudiera disfrutarla. Para ello tenía que concentrarme en otras referencias, experiencias positivas que me ayudaran durante todo el recorrido. Para eso nada mejor que otra carrera que corrí hace un par de años en las Landas. En aquella ocasión, como en esta, no tenía ningún objetivo de tiempo, sino simplemente disfrutar de una mañana de correr. Empleé la tarde del sábado en recordar aquella carrera, cómo empecé a ritmo suave, los paisajes que conocí aquel día, las buenas sensaciones que tuve en todo momento, y la llegada a meta con el objetivo cumplido.

Si en lugar de visualizar estas experiencias positivas, que son las que me animan a seguir corriendo, me hubiera dejado llevar por los pensamientos negativos provocados sobre todo por la inseguridad que me causaba lo justo de mi entrenamiento, estoy seguro de que no habría disfrutado de la carrera y, además, mi rendimiento habría sido mucho peor.

Lo mismo nos puede ocurrir al afrontar una actuación con el instrumento. Muchas veces nos aparecen pensamientos involuntarios relacionados con malas experiencias anteriores o causados por el miedo al fallo que pudiéramos tener. Debemos ser capaces de dejar de lado estas ideas indeseadas pero, como no es posible dejar la mente totalmente en blanco, tenemos que saber cómo ocuparla focalizando nuestra atención en lo que queremos hacer (tocar, correr), y no en lo que queremos evitar (el error, el cansancio). Basta con dejarse llevar por el sentido de la frase, sin hacer valoraciones en el instante y sin temer lo que pueda venir después. Si la obra está bien trabajada, se han automatizado todos los gestos, se han interiorizado las sensaciones que nos provoca y no solemos tener problemas con ella, ¿porqué habríamos de tenerlos en el concierto? Al principio no es sencillo este cambio de actitud, pero con la práctica este tipo de visualizaciones son el mejor aliado del intérprete.

Volviendo a la carrera, a las nueve de la mañana se dio la salida en la antigua estación de Lekunberri, con ocho grados de temperatura (un par de semanas antes estábamos entrenando a treinta grados). Después de una corta vuelta por el pueblo tomamos la vía verde en ligera subida hasta llegar al túnel de Uitzi. Este es el más largo (2700m) de los treinta y cinco túneles del recorrido. En todo este principio iba buscando el ritmo y las sensaciones de la carrera que me había servido de referencia. Después de Uitzi todo el trayecto es en suave bajada, lo que ayuda a mantener un ritmo ligero, pero obliga a tener cuidado para no sobrecargar las piernas. Prestando más atención a las sensaciones que al cronómetro los kilómetros fueron pasando hasta llegar a la meta de Andoain con el objetivo cumplido: disfrutar de una magnífica mañana.

JMR

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