¿Técnica, o sentimiento?

P1170683cCuando estamos estudiando o haciendo la planificación de lo que queremos trabajar con un alumno se nos puede presentar esta disyuntiva: ¿es mejor trabajar exaustivamente la técnica, o es mejor confiar en el sentimiento y nuestra propia intuición y dejar que ésta nos lleve hacia adelante? ¿Debemos esperar a controlar perfectamente el instrumento antes de abordar cierto repertorio, o el hecho mismo de afrontarlo nos hará avanzar técnicamente?

 He conocido profesores muy buenos con planteamientos muy diferentes a este respecto: algunos realizan un trabajo técnico verdaderamente minucioso hasta que cualquier aspecto, por pequeño que sea, está perfectamente controlado antes de dedicarse a trabajar el repertorio, mientras que otros confían en que el hecho mismo de tocar, con las oportunas explicaciones del profesor, hará que la técnica del alumno evolucione casi por sí sola. Yo creo que, como en casi todos los aspectos de la vida, la virtud está en el medio.

Si bien es cierto que la técnica es la base de todo, no olvidemos que es un medio para poder tocar con comodidad todo lo que nos propongamos, no un fin en sí misma. Un trabajo de técnica demasiado insistente puede llevar a que el alumno pierda la motivación y llegue a obsesionarse. Es cierto que hay momentos en que hay que replantearse la forma de tocar y esto requiere dar un paso atrás para coger impulso, cambiar lo que no está funcionando y afianzarlo con un trabajo específico, pero esto no impide que poco a poco vayamos introduciendo esos cambios en nuestro trabajo de repertorio, escogiendo bien las piezas más adecuadas para lo que queremos trabajar.

Por otro lado, trabajando únicamente el repertorio, si bien avanzaremos según nos aparezcan dificultades técnicas y las vayamos superando, iremos más despacio que si hemos analizado esas dificultades, las hemos aislado y hemos pensado un trabajo específico para ellas. Muchas veces es una cuestión de tiempo que una pieza nos salga, pero ese tiempo será forzosamente mayor si carecemos de la técnica necesaria para afrontarla con efectividad. Cuanto más dominio técnico tengamos más fácil nos será descifrar cualquier pieza y montarla en poco tiempo. Nuestra técnica siempre tiene que ir un poco por delante de las exigencias reales que las obras nos presentan, para poder tocarlas con seguridad, confianza y autocontrol.

Mi sistema de estudio en este sentido es muy simple y se divide en dos partes prácticamente independientes en cuanto a la forma de trabajo, aunque estén íntimamente relacionadas. Llamémoslas técnica y música. Cuanto más concentradas estén en sus propios objetivos más efectivas serán, como veremos más adelante.

El trabajo de técnica es específico, con un componente teórico importante. Es un trabajo de repetición, de acumulación, pero también reflexivo, en el que cada aspecto de la producción del sonido ha sido completamente analizado y para el que se han encontrado las soluciones necesarias. Con él no buscamos comunicación con el oyente, es un trabajo para nosotros mismos. Es como el trabajo de gimnasio que hace un deportista: le sirve a él para practicar mejor su deporte, pero no es su deporte. Es importante que el trabajo de técnica aborde todos los aspectos de la misma. No confundamos técnica con mecánica: no se trata de tocar los estudios más difíciles a la mayor velocidad posible, se trata de saber cómo funciona nuestra respiración, producción de sonido, articulación, afinación, flexibilidad, digitación, vibrato, todo lo que interviene en el hecho de tocar, y tener un buen sistema de estudio que afiance cada uno de estos temas y nos dé soluciones a los problemas que se nos puedan presentar a lo largo de nuestra vida de músicos. El alumno debe reconocer los problemas que tiene y encontrarles solución con la ayuda de su profesor, pero éste debe saber encontrar soluciones a los problemas que él nunca ha tenido en su etapa de estudiante, para poder ayudar a sus alumnos ante cualquier inconveniente que se presente. Hay muchas cosas que nos salen bien de forma natural y sin esfuerzo, casi sin saber cómo, pero el problema se nos presenta cuando a un alumno no le sale eso que a nosotros nos parece tan fácil. Y no basta con darles el ejemplo y hacérselo repetir. Si no sabemos cómo lo hacemos nosotros es muy difícil que se lo podamos explicar al alumno, y mucho menos hacérselo trabajar correctamente. Yo nunca tuve problemas de vibrato, es una cosa que no tuve necesidad de trabajar específicamente, salía por si solo. Mis profesores no lo mencionaban más que para adecuarlo al fraseo de cada obra. El problema se me presentó el primer día que tuve un alumno al que no le salía ese vibrato tan natural y, me parecía a mi, tan sencillo. Si no lo hubiera analizado y sabido cómo lo estaba realmente haciendo yo, no podría haber conseguido que ese alumno y otros que vinieron más adelante consiguieran un vibrato correcto. Este trabajo de análisis lo debe hacer el profesor con cada aspecto de la técnica para tener un plan de trabajo completo, y es responsabilidad personal de cada alumno llevarlo a cabo con regularidad: hay una parte de análisis y explicación teórica, pero también otra parte de asentamiento de cada ejercicio, que a base de repetición y disciplina consigue a la larga que se mecanice cada gesto de forma que al final conseguimos hacerlo de forma inconsciente, que es precisamente lo que necesitamos en la parte de música de nuestro estudio. Por eso es importante el trabajo diario de la técnica. Si nos hemos propuesto una serie de ejercicios, llevemoslos a cabo, si hemos previsto un número determinado de repeticiones de cada ejercicio, hagamoslas, sin excusas. Es un trabajo a futuro. Merece la pena.

El trabajo de música es distinto al anterior: mientras lo hacemos solo pensamos en lo que queremos ofrecer al que nos está escuchando. Pensamos en quéqueremos transmitir al espectador, no en cómo lo estamos consiguiendo. Si el trabajo de técnica está bien asentado, inconscientemente nuestro sistema de emisión hará los ajustes necesarios. Al igual que cuando tarareamos una melodía no estamos pensando en cómo se mueve la lengua, cómo vibran las cuerdas vocales, etc., no necesitaremos pensar en el mecanismo físico de la producción del sonido si lo hemos automatizado previamente. Si confiamos en nuestra técnica, ahora es el momento de olvidarla, de pensar únicamente en el hecho musical, en cómo queremos llevar esa frase, en cómo nos integramos en el grupo, en qué sentimiento queremos transmitir. Lógicamente, nada de esto es posible si nuestra técnica es deficiente o no nos permite aún afrontar esta pieza. Si, en cambio, nos sentimos técnicamente seguros, no pensemos en nada mecánico: tengamos en la mente cómo va a sonar ese ataque, hacia qué nota va esta frase, dejémonos llevar y atrevámonos a frasear. No pensemos en evitar el fallo, porque necesariamente arriesgaremos menos y no ofreceremos la obra en plenitud. Si algún pasaje presenta problemas, hagamos un paréntesis para trabajarlo técnicamente y pensemos una estrategia para superarlo, y una vez hecho, volvamos a hacer música. No esperemos que las mejoras se trasladen inmediatamente a nuestra forma de tocar, es un trabajo de constancia y a largo plazo, pero que va calando. Sin darnos cuenta, las mejoras técnicas se introducen de forma natural en nuestra forma de tocar, y esta es la palabra clave: naturalidad. Conseguiremos que todo lo que hemos logrado encuentre su contexto y su sentido. Por eso no soy partidario de descuidar el trabajo de repertorio. Es una parte fundamental de la formación del músico a cualquier edad, y es lo suficientemente variado y amplio para ofrecernos obras para cualquier nivel y para cualquier aspecto que queramos trabajar. No convirtamos el estudio del oboe en algo abstracto, demos siempre un sentido a lo que hacemos. Me gusta comparar el tocar con buena técnica pero sin hacer música a leer un texto escrito en nuestro alfabeto pero en un idioma que no dominamos: podemos trabajarlo fonéticamente, aprender su pronunciación, hasta podemos conseguir dar una entonación más o menos correcta a las frases. Pero sin saber lo que estamos diciendo, las personas que conocen esa lengua se darán cuenta, y seguramente no nos entenderán. Lo mismo ocurre con la música: si no sabemos qué queremos decir, es imposible que le llegue algo al que nos está escuchando. Por eso a cada mejora técnica le debe acompañar su aplicación en el objetivo final, la música.

Un último consejo por hoy: acabad cada sesión de estudio haciendo música, es bueno para subir el estado de ánimo, os dejará mejores sensaciones e iréis viendo los frutos del trabajo técnico.

La técnica es la base sobre la que se cimenta todo el edificio, pero no olvidemos que lo que se ve es el edificio, no sus cimientos.

 
Ánimo
 
JMR

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