El domingo corrí el maratón de San Sebastián, y con él volvieron las sensaciones que ya me son tan familiares y que se repiten de igual manera cuando corro o preparo una carrera y cuando preparo un concierto: el saber que todo está pensado y preparado, pero que queda ese punto de incertidumbre del directo, la concentración antes de afrontar el reto, y la satisfacción del trabajo realizado habiendo puesto todo de mi parte.
La historia de esta carrera empieza a finales del verano, cuando cuelgo la bicicleta por este año y me planteo unos objetivos en la carrera a pie, más o menos por las mismas fechas en que empiezo a planificar el curso y a ponerme en forma con el instrumento. Mi objetivo de la temporada será el maratón de San Sebastián, carrera que conozco y en la que hace unos años buscaba mejorar mi marca por su recorrido llano y rápido (ahora lo de bajar marca ya queda muy lejos porque, aunque poco a poco, los años no perdonan). Con el instrumento, las semanas alrededor de la Navidad serán en las que más conciertos haya, y cuando haya que estar más en forma.
Para cuando empieza el curso ya hemos superado la pereza del verano y recuperado las sensaciones con el instrumento para poder rendir en las clases y en algún que otro compromiso. En esta época, en las clases trabajamos mucho la técnica, para recordar y profundizar en lo hecho el curso pasado y para ir abordando conceptos nuevos. Este trabajo, dicho sea de paso, me viene muy bien como instrumentista para repasar año tras año toda la técnica y aplicarla a mí mismo. Especialmente interesante es trabajar con los nuevos alumnos, con los que, al explicarles mi forma de trabajar, me obligo cada año a revisarla y hacerla evolucionar.
Corriendo, vamos haciendo fondo, salidas poco a poco más largas para ir acostumbrando la musculatura a las distancias. Con estas salidas consigo la resistencia suficiente para correr a mediados de octubre el Marathon des Villages de la Presqu´Île de Cap Ferret, sin forzar demasiado pero haciendo un buen test de cara a Donosti. La marca (3h17´) no es para echar cohetes, pero me indica que todo va por buen camino. En la preparación supone lo mismo que un concierto de menor importancia en el que debes quedar bien, pero que puedes utilizar para ir rodando el programa que luego ofrecerás en un recital.
El curso va avanzando. Los alumnos ya van teniendo su repertorio más o menos preparado y hay que estar a a la altura. En la carrera empieza el trabajo de series de velocidad, más o menos largas, para mejorar el ritmo de carrera. Es muy gratificante ir viendo que las series ofrecen mejores tiempos semana tras semana, según la preparación avanza (no lo es tanto si lo comparas con las mismas series de otras temporadas de algunos años atrás pero, es ley de vida). En esto la música y el deporte se diferencian: entrenando tenemos una referencia absolutamente objetiva acerca de nuestra mejora, el cronómetro, pero tocando no, dependemos de que hagamos una evaluación lo más objetiva posible de nuestros avances, o de la ayuda de un profesor o un colega que nos los haga ver.
Y casi sin darnos cuenta estamos a dos semanas de la carrera. Esta semana ha sido la más dura en cuanto a intensidad y duración de los entrenamientos. Lo que hagamos en las dos que restan no servirá para mejorar, sino para sobrecargarnos. Lo mejor es seguir saliendo, pero acortando los entrenamientos. Aunque tengamos ganas de seguir, es mejor empezar ya a reservar para la carrera, para llegar con la motivación intacta. Sin preparamos un recital, no esperaremos hasta el último momento para dominar el repertorio. Lo haremos unas semanas antes, y las últimas nos servirán para rodar, madurar e interiorizar lo estudiado, para llegar al concierto con seguridad.
Última semana. Poco entrenamiento, y suave. Pero es ahora cuando la cabeza empieza a trabajar más de la cuenta: ¿y si hace muy mal tiempo? (¿y si no me van las cañas?) me molesta un poco por debajo del gemelo (a veces se me pega la llave de octava) ¿y si no puedo aparcar y llego tarde a la carrera? (¿y si me olvido las partituras?)… mil jugarretas que nos puede jugar la mente si no sabemos ponerle un coto racional: ¿cuantas veces se os ha roto la caña en un concierto? ¿cuantas veces ha pasado en la realidad algo de eso que os da miedo antes del concierto? ¿merece la pena, calculando esa probabilidad, pasar toda la semana pensando en lo que puede ir mal? Al final, hay que tocar, y punto. Y si estamos bien preparados, tenemos herramientas y experiencia suficiente para salir de cualquier apuro (porque ocurren, por supuesto, pero nunca son los que uno había pensado. Otro día hablaremos).
Domingo 8h. Ya he aparcado. 5 grados. No llueve ni hace viento. Un poco fresco, pero por lo demás, ideal para correr. Algunas mariposas en el estómago (y eso que no me juego nada, pero es que somos humanos). Me voy acercando a la línea de salida. Como en otras carreras, música a tope (esta vez es AC/DC) y a las nueve empieza la carrera. Este año somos unos tres mil en el maratón.
A los pocos kilómetros formamos un grupo unos cuantos de Irun, un poco más rápido que el ritmo que había pensado, pero aguanto bien. Hacia el kilómetro 17 algunos deciden adelantar a la liebre que seguíamos, pero yo prefiero quedarme el el grupo porque prefiero no arriesgar demasiado. Hacia el kilómetro veinte me doy cuenta de que tampoco voy a gusto y me descuelgo un poco, algo que después agradeceré. Normalmente lo suelo pasar mal entre los kilómetros 32 y 38, cuando ya estás bastante cansado pero la meta está aún lejos. A partir del 38, el olor a meta te hace seguir. Esta vez la crisis viene antes, pero dura menos. Me cuesta entre el kilómetro veinte y veinticinco encontrar mi ritmo pero, una vez encontrado, voy mejorando visiblemente. Empiezo a adelantar a mucha gente que iba en el grupo de la liebre. A partir del kilómetro treinta es el punto en el que empiezas a recoger cadáveres si has hecho las cosas bien (esperando que el tuyo no sea uno de ellos). Hoy hace mucho frío, la temperatura no sube de los seis grados, y la musculatura está muy fría. Cualquier mal gesto puede dejarte en la cuneta. Ahora se trata de mantener un ritmo estable hasta la meta.
Voy controlando y al final aparece el estadio de Anoeta y en él, la meta. Tiempo: 3h8´44´´. Mi intención era bajar de tres horas diez, así que, objetivo cumplido. Es verdad que cuando iba con el grupo de Irun he llegado a pensar en otras marcas. Pero una carrera como esta te deja en tu sitio. En esto el atletismo también es absolutamente objetivo: ése es mi tiempo a día de hoy, ni más ni menos.
Y pienso disfrutarlo.
JMR