Los atletas del escenario

En julio de 2025 llevé a cabo un experimento en el que llevaba un tiempo pensando pero para el que hasta la fecha no se había dado la ocasión idónea, que finalmente surgió durante la celebración del curso y festival XXIV Pirineos Classic organizado en Canfranc Estación por Música Activa. Aprovecho para dar la enhorabuena a Carmen Martínez Pierret por la magnífica organización, un año más, y confío en volver a ver el año que viene a los alumnos de la clase de oboe y a resto de profesores.

Uno de los días del curso ofrecí una charla titulada “Los atletas del escenario” en la que explicamos las similitudes entre la práctica instrumental y la deportiva, tanto en sus aspectos físicos como en los mentales, y en ella propuse a los asistentes el experimento en cuestión: al día siguiente iba a actuar en uno de los habituales conciertos que los profesores ofrecemos cada día durante el curso, interpretando el “Capriccio” de Amilcare Pochielli junto con el pianista Denis Pascal, a quien también agradezco su ayuda, y consistía en comparar esa actuación con alguna de las actividades deportivas que había estado realizando durante esos días en el tiempo que las clases nos dejaban libres.

El experimento

El ejercicio consistió en registrar y comparar el esfuerzo realizado en cada caso aprovechando el hecho de que la frecuencia cardíaca se ve afectada tanto por el esfuerzo físico como por el psicológico, tan importante este último en nuestra profesión. Para ello utilizamos un dispositivo bastante común, un Garmin Forerunner 35 con cinta para registrar la frecuencia cardíaca. Existen otras maneras más profesionales de hacerlo, pero esta está al alcance cualquier persona que tenga interés en el tema. Jay que tener en cuenta que la frecuencia cardíaca es un buen indicador del nivel de esfuerzo general que realiza el organismo en un momento dado, pero no tiene en cuenta el esfuerzo específico que realiza cada uno de los grupos musculares implicados que, como es lógico, son diferentes al caminar, rodar en bicicleta, tocar el oboe, el violín, la tuba o el piano.

Por supuesto, debemos tener en cuenta que la validez científica de este experimento es prácticamente nula porque se trata de un estudio realizado sobre un único individuo que, además, es la persona encargada de analizar los datos. Pero se trata de un primer paso encaminado a suscitar el interés y dar pie a estudios más en profundidad sobre el tema.

Antes de entrar en materia, sobre todo para quien no esté muy versado en estos asuntos, merece la pena explicar que el ritmo de pulsaciones por minuto (ppm) se incrementa con la actividad, y que el máximo que una persona puede alcanzar va descendiendo según la edad. La fórmula básica para calcularlo consiste en restar a 220 la edad del individuo, en el caso de los hombres, y a 222 en el de las mujeres, aunque en personas entrenadas este máximo puede ser más elevado. A partir de este dato es posible calcular la frecuencia idónea para que un deportista de fondo sea eficiente, por ejemplo, y también analizar el esfuerzo que supone tocar un instrumento tanto durante el estudio como en una actuación.

Otro aspecto a tener en cuenta es el ritmo basal, es decir, el mínimo de pulsaciones que una persona necesita para mantener activas sus funciones vitales. Se suele comprobar justo después de despertarse por la mañana y en el caso del sujeto objeto del estudio es de 45ppm.

Teniendo en cuenta lo anterior, resulta obvio que las cifras ofrecidas en este experimento son personales y meramente orientativas, y que únicamente deber ser comparadas dentro de este ámbito. Otra persona, con una edad y nivel de actividad diferentes, ofrecerá datos numéricos distintos, que a su vez podrían ser comparados únicamente para su caso concreto.

Como campo de estudio comparativo para este experimento disponíamos de los datos recogidos durante varios recorridos realizados a pie por la montaña y en bicicleta por la zona del Pirineo, y los obtenidos durante el ensayo realizado para preparar el concierto y la propia actuación. Como vamos a ver, resulta muy interesante comparar un tranquilo paseo con la subida a una montaña, rodar en llano en bicicleta con escalar un puerto… o ensayar una obra con interpretarla en público.

La frecuencia cardíaca como indicador del nivel de esfuerzo

Realizando una actividad sedentaria, como escribir en el ordenador, las pulsaciones pueden oscilar entre 60 y 70 por minuto, pero si damos un paseo suave como el registrado en el gráfico nº1 se incrementan hasta un rango entre 100 y 110ppm.

En él también podemos observar que si paramos un momento a descansar sentados en un banco las pulsaciones se van acercando poco a poco al rango anterior. La media de ppm durante el paseo, incluida la parada, fue de 94.

Si en lugar de caminar en llano subimos a ritmo tranquilo a una montaña con un desnivel de unos 750 metros el ritmo cardíaco oscila entre las 90 y las 120 pulsaciones, centrándose aproximadamente en las 105ppm. Lo podemos ver en el gráfico nº 2, así como las oscilaciones debidas a algunas paradas por el camino. La media de ppm de la subida, incluida la parada, fue de 101, con un pico hacia el final de 137.

Si pasamos a las actividades en bicicleta, en un recorrido de unos 50 kilómetros con 650 metros de desnivel la media sube a 112ppm, con máximo de 145, como podemos ver en el gráfico nº3. En este caso, debemos tener en cuenta que la frecuencia cardíaca se ve influenciada tanto por el desnivel como por la velocidad a la que se rueda, por eso podemos observar un incremento hacia el final, a pesar de tratarse de un tramo en bajada.

Por último, en el gráfico nº4, referido a una salida en bicicleta subiendo a ritmo vivo y constante un puerto de unos 10km al 5,5%, la media asciende a 151ppm con un máximo de 168, lo que implica un esfuerzo deportivo ciertamente mayor, que en el tramo final se acerca al máximo teórico del sujeto.

El esfuerzo de tocar un instrumento

Hasta aquí los datos relativos a la actividad puramente física, que pueden resultar curiosos pero que por sí solos no son realmente interesantes para nuestro experimento. Es cuando los comparamos con los que nos ofrecen el ensayo y la actuación en concierto interpretando el “Capriccio” de Ponchielli cuando podemos extraer algunas conclusiones interesantes.

En el gráfico nº 5 vemos que la media durante la sesión de ensayo fue de 112ppm, con un máximo de 125, lo que nos habla de un esfuerzo comparable con el exigido durante la subida a la montaña y bastante superior al de un paseo a pie. Por otra parte, la media de pulsaciones por minuto es exactamente la misma que durante la salida en bicicleta del gráfico nº 3, aunque no llega al mismo máximo de pulsaciones. También se pueden observar las diferencias entre los momentos en que se está tocando y las pausas entre repeticiones, que son equivalentes a las paradas durante nuestros paseos.

En el primer tercio del gráfico podemos ver el esfuerzo realizado durante la interpretación de la obra completa, sin interrupciones y con una evidente subida a medida que la obra se va complicando, y en el resto, la curva que ofrecen los diversos fragmentos posteriormente separados por pausas. Quien conozca la obra probablemente podrá deducir de qué pasaje, más tranquilo o de un mayor virtuosismo, se trata en cada momento.

Durante el concierto los datos ofrecidos fueron muy similares, pero con una diferencia fundamental: aunque el gráfico nº 6 nos muestra una silueta muy parecida a la del principio del ensayo, el registro de pulsaciones muestra que a todo lo largo de la interpretación de la obra estas se han incrementado en diez en la media registrada y en doce en la máxima, con 122 y 137 respectivamente. Tratándose de la misma pieza interpretada por la misma persona y el mismo día, resulta lógico atribuir este incremento al hecho de ofrecerla en el escenario y ante un público. Es fácil suponer que más allá del esfuerzo físico, en este caso influye en gran medida el factor mental y emocional. Sumados ambos nos encontramos con que el concierto supuso un esfuerzo con una media de pulsaciones superior al de un recorrido en bicicleta de media montaña, aunque todavía lejos del que supone la ascensión a un puerto.

Aún más interesante que esta comparación entre el tocar esta pieza y una determinada actividad ciclista resulta constatar en el gráfico nº7 el paralelismo entre su interpretación durante el ensayo y el concierto, curva superior e inferior, respectivamente, que arroja dos gráficos prácticamente idénticos, con la salvedad de que durante este último se puede ver de forma constante ese aumento de diez pulsaciones que hemos mencionado. La línea blanca marca en ambos casos la media de pulsaciones.

Conclusiones

Para terminar con los comentarios a este breve experimento, conviene hacer un par de puntualizaciones:

Si resulta posible registrar este aumento del esfuerzo realizado en un entorno tan controlado como puede ser un concierto ofrecido durante un festival cuyo público son principalmente los estudiantes, otros profesores y algunos padres, y aunque la sala estuviese llena y la actuación se abordase con la mayor seriedad, podemos deducir que si se tratase de otro tipo de actuación más comprometida, o de una prueba acceso en la que el candidato se juega poder acceder al centro de sus sueños o una prueba de orquesta de la que depende su futuro profesional, este factor mental será mucho más acusado y tendría su reflejo en el correspondiente gráfico.

Por otra parte, probablemente la exigencia en cuanto a nivel de esfuerzo en una orquesta profesional, por ejemplo, no será la misma según qué puesto se ocupe dentro de la misma o, para una misma persona, el repertorio que deba interpretar en cada momento de la temporada.

Aunque ambas cuestiones, por ahora, quedan para posteriores experimentos. 😉

En resumen, el objetivo principal de este ejercicio era disponer de datos que permitieran hacer una comparación objetiva entre la práctica de un deporte y la escénica, no solo en el plano físico, sino también en el mental (de ahí la comparación entre la interpretación de una misma obra en el ensayo y en el concierto).

A partir de ahí, como expliqué en la charla mencionada al principio de este artículo pero no desarrollada en él, es fácil deducir que gran parte de las estrategias empleadas en el entrenamiento deportivo son perfectamente extrapolables al estudio instrumental y permiten ganar tiempo y eficiencia. Por ejemplo, en la elección de objetivos y la planificación estratégica para alcanzarlos, el entrenamiento físico de fondo y de precisión (técnica), el trabajo mental de concentración y visualización, entre otros.

Todo un campo de investigación en el que seguiremos trabajando.

JMR

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